miércoles, 18 de agosto de 2010

Los regalos de la naturaleza




Después de la sequía del verano viene la lluvia, y con ella, aparece una infinita vida nueva más propia a la humedad, como este hongo que he descubierto hoy en el tronco de un roble, bajando por el bosque con los perros. Un poco más adelante había un gran árbol engalonado con musgo que crecía de la base hacia arriba,  cubriendolo todo con su verde manta terciopelada. Otra sorpresa me esperaba justo en frente, donde un helecho pequeño y débil salía de la tierra al aire libre. Y he visto que no hace falta ir muy lejos para recibir los regalos de la naturaleza. Los tenemos todos aquí, disponibles para los ojos que quieren ver, para las orejas que quieren escuchar, para la nariz que quiere oler, para los dedos que quieren tocar y para el paladar que quiere gustar.

La naturaleza nos provee de todo; de ella vivimos y morimos.

martes, 17 de agosto de 2010

Meditando en un árbol caído


La naturaleza sigue su proceso en todo lo que llamamos muerte. Como concepto, la muerte es una definición estática que hemos inventado para organizar nuestro mundo. Pero cuando miramos más de cerca, vemos los cambios de forma, de esencia y de función en la muerte de cada cosa y nos quedamos maravillados.

viernes, 13 de agosto de 2010

Lluna 23/02/06 - 06/08/10


 Aparaciste de la nada, como un trombo de agua que baja estrepitosamente por las rocas gigantes de una riera empinada, dando golpes atronadores hasta finalmente fundirte en la tierra y fertilizarla con la chispa de tu vida.

lunes, 12 de julio de 2010

Piñas en el Bosque



Qué bueno es estar en la montaña
Bajando por la colina
Con el perro a mi lado
Comiendo todas las piñas que se presenten a su encuentro.

Quizás por sí sólo
Sería capaz de acabar con este gran bosque
Plantado por los romanos hace siglos
Yque ahora sirve de leña para los incendios de verano.

jueves, 1 de julio de 2010

Mi Vida sin “Mi"



                                           Naturaleza Muerta Cezanne

No hay nada bueno ni malo en la Naturaleza…las hierbas resecas, las flores marchitadas, las ramas muertas, la perra descomponiéndose bajo tierra… no hace falta hacer absolutamente nada al respecto, ya que forman parte del proceso que está perfectamente encajado en todos sus aspectos. Todas esas hierbas, flores y ramas desaparecerán, la perra se desintegrará, vendrá el invierno y todas las mariposas que ahora son tan “bonitas” ya no existirán. Pero mi vida con “mi” quiere retocar la Naturaleza y arreglarla para que la belleza se haga más permanente.

Cuando contemplo mi vida sin “mi”, veo que el proceso es perfecto y que no necesita de “mi” para mejorarlo. Veo que, al contrario, el “mi” sólo es capaz de idear una Naturaleza que parece permanentemente bella, pero que en la realidad estaría completamente muerta. En “mi” versión de la Naturaleza, nunca se resecarían las hierbas, nunca se marchitarían las flores, nunca se morirían los animales y por tanto, nunca nacería vida nueva.

domingo, 27 de junio de 2010

Bellshou Secret Smile (Mamba)



Para mi querida Mamba  26/10/2006 - 26/06/2010

la más pequeña brizna de hierba nos enseña
que la muerte no existe,
que si alguna vez existió
fue para guiar la vida hacia adelante
que no está esperando, al final del camino, para detenerla,
y que cesó en el instante de aparecer la vida.

Todo avanza y se expande, nada se destruye
y morir es diferente de lo que cualquiera haya podido suponer,
y más afortunado.

Walt Whitman "Hojas de Hierba"

domingo, 20 de junio de 2010

La Muerte



Ayer vi que la perra que ya estaba enferma se había puesto peor y parecía que se estaba muriendo. Perdía todo el pelo y casi no se movía. Alarmada, me puse a peinarla, esperando que sólo fuera una muda primaveral, pero cuanto más pelo le sacaba, más pelo se quedaba desenganchado y más tenía que sacar hasta que ya no podía más y me eché a llorar mientras que una voz me repetía, “se está muriendo”, “se está muriendo”.

Me entró una pena tan grande, aunque sabía que ella no sufría, que no podía dejar de llorar cada vez que esta voz repetía, “se está muriendo”. Finalmente tuve que dejarlo y ponerme a hacer otra cosa lejos de ella, para que no la viera y para que no oyera esa voz. Cada vez que pensaba que sólo era la muda me relajaba y la trataba como a los demás perros. En esos momentos de relajo pensaba, “qué curioso que sólo un pequeño cambio de palabras sea capaz de cambiar mi percepción de la misma cosa de un extremo a otro.

Pues bien, este estado de tranquilidad ha durado hasta esta tarde, cuando finalmente he tenido el coraje de volver a peinarla. Después de unos cuantos minutos peinándola, me ha vuelto a pasar la misma experiencia que ayer. He empezado a llorar otra vez, he escuchado la misma voz diciendo, “se está muriendo” y además más voces comparando su vida en el pasado con su estado de hoy y diciéndome que debía hacer algo por ella.

Sé que tengo que trabajar esto porque veo que con sólo una palabra, “muerte” me he inventado un montón de cosas irreales aunque haya estudiado y entendido el poder de la mente y de las palabras en los estados de ánimo. Ahora me queda por averiguar todos los mecanismos del proceso mental y como influye y, claro está, aprender qué realmente puedo hacer por ella una vez que tenga la mente limpia.

viernes, 11 de junio de 2010

El Paseo Matinal





Bajamos la colina del bosque hacia la piscina, los tres perros y yo siguiendo el camino. Dos corren precipitadamente adelante, embriagados por el frescor de la mañana; el otro se arrastra muy atrás, olisqueándolo todo con una atención unidireccional. Los bufidos que salen de entre sus morros son tan intensos que parece que se está muriendo de asfixia. No obstante, él sigue adelante, lentamente, sin prisas, cubriendo cada centímetro cuadrado con sus babas y aspirando grandes bocanadas de aire que emiten olores misteriosos de animales pasados, heces, orina o cualquier cosa que pueda serle útil o crítica para su supervivencia.

Entonces, mi memoria comienza a dar vueltas y se despliega ante mí una escena retrospectiva que me hace recordar dónde y cómo lo encontramos por primera vez, encerrado con una hembra en una pequeña jaula de metro cuadrado, cumpliendo su función de semental valioso para los criadores. Al mismo tiempo veo cómo  ahora su vida se desarrolla de manera completamente distinta.

Seguimos hacia abajo con paso pesado hasta que llegamos a la piscina donde nos juntamos de nuevo con los otros dos. Ahora él empieza a correr más rápidamente. Sé que siempre existe la posibilidad de que entre en pelea con el otro macho, pero eso no ocurre hoy y todos seguimos adelante con brío y alegría, no exactamente juntos, pero tampoco exactamente separados, cada uno siguiendo su ritmo a su manera.

Nos adelantamos por un camino empinado y empedrado que sube la montaña. Ahora él sigue el paso de los demás, aunque no está acostumbrado a dar paseos tan largos. El otro macho, que tiene displasia de la cadera, también anda rápidamente y sin signo de dolor ni de cansancio. La hembra, acostumbrada a jugar muy fuerte, se retiene de darle golpes y se echa a correr en solitario para descargar su alta carga de energía. Luego, cuando estamos a punto de volver a casa por el camino del bosque, me inunda un sentido de euforia y orgullo tan grande, que los cojo en brazos, les doy un abrazo muy fuerte y les digo con asombro, “qué buenos que sois”.

No obstante, a pesar del efecto de felicidad que deja en mí, supongo que no hace gran impresión a los perros, porque después de una pequeña pausa, emprendemos el camino otra vez. Él y yo seguimos nuestro camino lentamente hacia arriba con pasos más o menos pesados según el grado de cansancio de cada uno y la necesidad que él tiene de catalogar los nuevos olores. Los otros dos corren rápidamente cuesta arriba y en seguida desaparecen de la vista para llegar a la puerta de casa mucho antes que nosotros.   

miércoles, 9 de junio de 2010

Medusa


Me llaman Medusa. La mayor parte de mi vida la paso flotando en la superficie del mar llevada a la deriva por el viento o por la corriente. Es una sensación agradable, el estar llevada tan ligeramente por todas partes, recogiendo comida con mis tentáculos cuando encuentren algún pedazo comestible.

A veces hay tormentas, pero cuando el mar se pone bravo, desinflo mi cámara de aire y me sumerjo en las profundidades del mar donde todo se vuelve tranquilo y silencioso otra vez. A veces emparejo con otra Medusa, pero como podéis ver, llevo una vida bastante tranquila por norma general.

El único estorbo que tengo es cuando hay una infestación de humanos en la playa. Son muy invasores y dominan toda la orilla sin dejarnos espacio alguno. Parece ser que no quieren vivir en paz con nosotros. Esto es muy desafortunado, ya que nuestras defensas no son lo bastante fuertes para protegernos contra su incursión, que muy a menudo acaba en nuestra muerte.

Sin embargo, las medusas tenemos una ventaja sobre los erizos del mar y los pulpos, ya que esos están considerados como manjares y que miles de ellos mueren cada año a manos de los cazadores para adornar las mesas de los bares, restaurantes y casas.

A pesar de todo, algunas de nosotras siempre sobrevivimos y seguimos procreando de la manera que siempre hemos hecho durante milenios. El mar es grande y profundo y hasta ahora los seres humanos no han podido acabar con todas nosotras a la vez.

Digo ‘hasta ahora’, porque no sé como acabará todo esto sí un día los humanos consigan los medios para erradicarnos de todas las partes del mar.

jueves, 3 de junio de 2010

Hilos Invisibles




Hoy he empezado el día por encender la televisión y después de pasar por un sinfín de canales de noticias y deportes, todos ellos llamando la atención de manera estridente y agresiva, me he encontrado con un concierto sublime ya en progreso… un concierto para piano y orquestra de Mozart… y me llamó la atención al pianista director.

Era un hombre mayor, viejo, calvo, con un pequeño cuerpo rechoncho que llenaba su ropa sin distinción. Apenas se le destacaría de cualquier hombre que va a la  oficina cada mañana. Pero la cara de éxtasis que ponía mientras tocaba y dirigía la orquestra lo destacaba notablemente de lo ordinario.

Un deleite de música salía de sus dedos que tocaban las teclas del piano con una delicadeza, una sensibilidad y una agilidad fuera de lo común. Escuchando atentamente, esperaba que saliera el nombre de ese músico al final del concierto. Sí, era Daniel Barenboim, famoso director de orquestra y pianista, hombre altamente reconocido en el mundo de la música clásica con una larga carrera de interpretaciones destacadas tras él.

A pesar de los cambios notables en su aspecto físico, su aspecto fuerza de la vida, plasmada en su música, se veía perfectamente madurada tras los largos y fructíferos años de trabajo que ha estado dedicando a sus dos grandes pasiones de la música. Aunque le hayan tratado con guante blanco desde muy temprana edad, a todas apariencias no se había ensalzado de su fama con el paso del tiempo, sino al contrario, la música parecía surgir de una fuente interior, el hilo invisible que le ataba a la fuerza de la vida.

domingo, 16 de mayo de 2010

Hormigas




Al reflexionar en la fuerza de la vida, me hace pensar en las hormigas. Son unos animales súper-dotados para sobrevivir en las condiciones más duras. Es casi imposible destrozarlas. Al observarlas puedes ver cómo mantienen sus líneas de acceso y comunicación casi rectas, yendo y volviendo, pasándose y tocándose para trasmitir información a los demás. Me he quedado atónita cuando, al investigar estas criaturas increíbles para este artículo, he aprendido sobre su durabilidad y versatilidad para  adaptarse a cualquier situación. La siguiente información viene de Wikipedia.

Las hormigas han colonizado casi todas las zonas terrestres del planeta.  Los únicos lugares que carecen de hormigas indígenas son la Antártica y ciertas islas remotas o inhóspitas. Prosperan en la mayor parte de estos ecosistemas y se calcula que pueden formar el 15-25% de la biomasa de animales terrestres. Se estima que hay entre mil billones (1015) y diez mil billones (1016) de hormigas viviendo sobre la Tierra.

Forman colonias que se extienden desde unas docenas de individuos predadores que viven en pequeñas cavidades naturales, a colonias muy organizadas que pueden ocupar grandes territorios compuestas por millones de individuos. Estas colonias son descritas a veces como superorganismos dado que las hormigas parecen actuar como una entidad única, trabajando colectivamente en apoyo de la colonia.

Se considera que su éxito se debe a su organización social, a su capacidad para modificar hábitats, a su aprovechamiento de los recursos y a su capacidad de defensa. Sus sociedades se caracterizan por la división del trabajo, la comunicación entre individuos y la capacidad de resolver problemas complejos.

Muchos animales pueden aprender comportamientos por imitación, pero es posible que las hormigas sean el único grupo, aparte de los mamíferos, en que se ha observado una enseñanza interactiva. Experimentos controlados sugieren que los individuos pueden elegir su papel en el hormiguero basándose en su experiencia anterior.

Las hormigas guerreras son nómadas y célebres por sus incursiones, en las que un enorme número de recolectoras invaden simultáneamente determinadas zonas atacando a sus presas en masa. Ejércitos de no menos de 1.500.000 de estas hormigas destruyen casi toda la vida animal que se cruza en su camino.

Las hormigas cortadoras de hojas se alimentan exclusivamente de un hongo que sólo crece dentro de sus colonias. Recogen continuamente hojas que después llevan a la colonia, las cortan en trozos pequeños y las ponen en jardines de hongos. Las obreras se especializan en tareas según su tamaño; las más grandes cortan tallos, las medianas mastican las hojas y las más pequeñas cuidan de los hongos.

Estas hormigas son lo bastante sensibles como para reconocer la reacción de los hongos ante diferentes tipos de vegetales, aparentemente detectando señales químicas de los hongos. Si un determinado tipo de hoja es tóxico para el hongo, la colonia ya no recogerá más. Unas bacterias simbióticas que se encuentran en la superficie exterior de las hormigas producen unos antibióticos que eliminan las bacterias que podrían dañar los hongos.

Las hormigas diurnas de zonas desérticas utilizan referencias visuales para orientarse. En ausencia de referencias visuales, una especie que habita en el desierto del Sahara, se orienta recordando la dirección y la distancia que ha recorrido, como si tuviera un podómetro interno que contara cuántos pasos había hecho en cada dirección y después procesan esta información para encontrar la ruta más corta posible de retorno al nido.

Algunas especies son capaces de utilizar el campo magnético terrestre. Sus ojos compuestos tienen células especializadas que detectan la luz polarizada del sol, que usan para determinar la dirección. Estos detectores de polarización son sensibles a la región ultravioleta del espectro luminoso.

Algunas especies pueden formar cadenas para pasar sobre zonas de agua, deslizarse bajo tierra, o a través de espacios entre la vegetación. Otras llegan incluso a crear balsas flotantes que les permiten sobrevivir a las inundaciones. Estas balsas pueden desempeñar un papel importante, dado que permiten a las hormigas colonizar islas. Una especie de hormiga que se encuentra en los manglares australianos puede nadar y vivir en colonias subacuáticas. Como no tienen branquias, estas hormigas respiran gracias a bolsas de aire atrapadas en los hormigueros sumergidos.

Un conflicto entre sexos de una misma especie se puede observar en algunas especies de hormigas en que los ejemplares fértiles aparentemente combaten para producir descendencia que esté lo más estrechamente relacionada con ellos como sea posible. La forma más extrema implica la producción de descendencia clónica. En algunas especies las reinas producen solamente hijas clónicas, y sólo se producen machos, también clónicos, por medio de un proceso en el que los machos eliminan la contribución materna del huevo, por lo que resultan hijos con un genoma nuclear idéntico al del macho progenitor.

Algunas especies de hormigas crean los llamados "jardines del diablo" matando las plantas circundantes inyectándoles ácido fórmico dejando únicamente los árboles donde hacen sus nidos. Muchas especies de árboles tropicales tienen semillas que son dispersadas por las hormigas. Esto es especialmente habitual en África y Australia donde algunas plantas en praderas propensas a los incendios son dependientes de las hormigas para sobrevivir y extenderse.

En Sudáfrica se utilizan las hormigas para ayudar en la recolección de rooibos, arbustos que tienen pequeñas semillas utilizadas para hacer infusiones de hierbas. La planta dispersa mucho sus semillas, lo que hace que sea difícil la recolección manual. Las hormigas recogen estas y otras semillas y las almacenan en el hormiguero, de donde los humanos las pueden recoger todas juntas

Las hormigas desempeñan múltiples papeles ecológicos que resultan beneficiosos para los humanos, como la eliminación de plagas y la aireación del suelo. Se considera que el uso de hormigas tejedoras en el cultivo de cítricos al sur de China es una de las aplicaciones más antiguas conocidas de control biológico.

En resumen, lo que empezó simplemente como resultado de una curiosidad que se me despertó cuando el otro día estábamos invadidos en la cocina por un millar de hormigas después de la lluvia, ha cambiado en un gran asombro al saber cuánto son capacitadas de sobrevivir.

A pesar de todos los remedios que tenga a mi disposición, las hormigas vuelven cada año en primavera y encuentran mil maneras de entrar en la casa. Son muy tenaces, pues a pesar de los cataclismos de la naturaleza, a pesar de los productos químicos que pretenden ponerles fin, a pesar de cualquier barrera o producto que se le pone entremedias, la fuerza de la vida que poseen es tan poderosa, que hace que sobrevivan a cualquier obstáculo que se les ponga en el camino, que sea por un ser humano o por la misma naturaleza.

lunes, 10 de mayo de 2010

LOS SONIDOS DEL SILENCIO




Hoy, al pasear por el bosque con los perros y fijándome en los colores de las hojas, las flores y los troncos de los árboles caídos que saltaban a la vista y llenaban los ojos con un deleite inimaginable, salía de lo lejos el canto de un pájaro. Ese sonido tan fuerte, tan puro y tan inesperado me distrajo instantáneamente y me hizo pensar en el artículo “La libertad natural”, que escribió Shan-jian sobre el canto de los pájaros.

“Me he despertado esta mañana con el sonido de un ruiseñor. Todos los años llegan por esta época desde el norte de África, y sus magníficas melodías y su fuerte crescendo silbante llenan los bosques con una bienvenida especial. Entonces me vino a la mente un pensamiento extraño. ¿Era su música lo que me extasiaba en realidad o era algo más profundo? La respuesta vino sin tardanza.

Las llamadas de los machos –que combinan un rango impresionante de silbos, trinos y gorjeos– eran naturales y espontáneos y provenían de una criatura que era completa en todos los sentidos y hacía lo que su verdadera naturaleza de ruiseñor le decía que hiciera. Era esa música, que brotaba de su propia naturaleza, la que me conmovió, no la melodía en sí.”

Cuando leí el artículo, me sentía profundamente inspirada por esta auto-reflexión, ya que había paseado muchas veces por este mismo bosque y me había quedado satisfecha con el éxtasis de la música, sin haber trabajado de verdad el sentido más profundo. Pues hoy, he empezado a trabajar el concepto del sonido como supervivencia, no del pájaro, sino de la supervivencia del “self”.

Me preguntaba, ¿Por qué hemos desarrollado esos seis sentidos, si no fuera para  maximizar nuestras posibilidades de sobrevivir? Si no oímos lo que realmente hay allí fuera (tomando el oído como ejemplo) y sólo oímos lo que los sentidos son capaces de captar, debe haber una correspondencia extraordinaria entre lo que entra en el oído y el significado que hemos aprendido para aprovechar nuestra continua existencia en la tierra.

Tomando esto como punto de partida, empezaba a observar el efecto de los sonidos que me vibraban en el oído. Estaba muy vívido el sonido de una motocicleta que se nos acercaba. Podía distinguir de dónde venía, el tamaño y la velocidad con qué venía y cuánto tiempo tenía para recoger a los perros, todo esto sólo con el oído. ¡Qué maravilloso es el sistema que tenemos!

“Cuidado con los perros” me dijo una voz interior, y me los acerqué para que no corrieran peligro. Inmediatamente después venía otro sonido, el recorrido del agua en la riera, “Algo para refrescarse,” dijo la voz al mismo tiempo que Lluna, nuestra sharpei, se lanzaba en un charco turbio de barro con una entrega y abandono total.

Y eso me hizo pensar en los indios de Norte América y cómo entrenaban a los niños a supervivir utilizando el mínimo de palabras. Hoy en día no tenemos guías reales de carne y sangre. Tenemos Internet, los libros, la tele. Todo se transmite por palabras. Todo es virtual. Y hemos adquirido el hábito, incluso cuando estamos presentes en cuerpo y mente, de explicarlo todo con palabras, lo que nos hace perder la experiencia directa de simplemente oír.

Los perros no necesitan palabras para alejarse de la moto. Tampoco las necesitan para chapotear en el agua. Como yo, tienen oídos y, como yo, son capaces de reaccionar correctamente ante los estímulos a su sistema natural, aunque no tengan palabras para expresarlo.

Quizás esos perros sean mis "indios" sabios. Tal como el cielo nublado, sin palabras, elocuente en su silencio,  hacen lo que les pide la propia naturaleza.

A su manera me entrenan cada día a supervivir.

martes, 4 de mayo de 2010

Los "Caprichos" de la Naturaleza


Relámpagos rayan el cielo mientras el lava fluye del volcán.
Eyjafjallajokul 17 abril 2010


Aquí estamos bendecidos por mucho sol y poca lluvia. Sin embargo, cuando se pone a llover, nos quejamos porque no nos gusta la lluvia. No salimos de casa si lo podemos evitar, nos ponemos tristes, no paseamos a los perros y esperamos que el tiempo se ponga “mejor”. Desde el punto de vista de la identidad, esto es correcto, pero desde shen, nos queda mucho por aprender.

La mente racional nos dice que es bueno que llueva, ya que beneficia a las plantas, pero tampoco queremos que llueva demasiado porque entonces se pudrirá la cosecha. Si llueve en temporadas en que no queremos, también nos quejamos, porque se estropeará la viña, las uvas no saldrán bien y, peor de todo, el vino no se podría vender al más alto precio.

El otro día leí un artículo sobre el volcán que acaba de irrumpir en Islandia. El periodista lo tachó de “un capricho de la naturaleza”. ¿Cómo? ¿Pero desde cuando tiene la naturaleza una identidad con caprichos, gustos, no gustos, venganzas, maldad o, incluso, bondad? Si la naturaleza fuera humana, estaría siempre enojada y vengativa con nosotros por lo mal que la tratamos.

El resto del artículo trataba de los daños económicos que sufriremos como resultado de este “capricho”, sin mencionar por un momento la majestad de las fuerzas naturales que puedan generar fenómenos tan poderosos y tan encajadas con el resto del universo.

Pero no, parece que la naturaleza fuera nuestra esclava y nuestra peor enemiga cuando no obedece a “nuestros caprichos” económicos. Sin estar realmente unidos a la naturaleza, la explotamos por nuestro propio “bien”, echando humos tóxicos en el aire, contaminando sus aguas, envenenando sus tierras, matando a sus animales. Entonces sí, si fuera humana, la naturaleza se vengaría de nosotros, con sus fuerzas miles de veces más potentes que las nuestras pequeñas tecnologías, todas ellas derivadas, para colmo, de la propia naturaleza.

lunes, 12 de abril de 2010

Árboles Caídos en el Bosque















Cuando paso delante de un montón de árboles gigantes caídos en el bosque, apilados en todas partes, ángulos agudos, ramas clavando el aire, los unos apoyados en los otros, me pregunto, ¿de qué manera puedo yo “ser” la Naturaleza?

Sé que esos árboles habían estado derribados por la fuerza del viento de un vendaval y que un año después, el peso de la nieve de una ventisca acabó con la faena… y esto lo sé porque estaba presente en las dos ocasiones y soy testigo de que ninguna mano humana ha causado esta “destrucción”. Simplemente las raíces de estos árboles caídos no tenían el aguante para resistir a los elementos, pues sus semillas habían germinado en lugares inhóspitos y desprotegidos, en terrenos empinados y poco propicios para sostener la vida durante estas tormentas. Sus raíces habían estado perfectamente capaces de soportar los árboles en tiempos normales, pero insuficientes para que pudieran agarrarse en tiempos excepcionales.

Y me pregunto otra vez, “Si se supone que la Naturaleza es fructífera, que los árboles en general siguen a pesar de que unos ejemplares particulares caigan y mueran y si se supone que la naturaleza no siente sufrimiento al respecto, ¿cómo puedo yo “ser” la Naturaleza?

Puede que la respuesta sea, “seguir generando más vida”.

Los árboles muertos parecen tardar un tiempo en regenerase, pero también parece que su vida sigue en otras formas. Pueden dar vida a los insectos, que darán vida a los pájaros, que darán vida a los zorros, que darán vida a... y, al final de la identidad que le hemos puesto como árbol, se desintegrará y se hará uno con la tierra, cuya fertilidad alimentará las próximas semillas. Y se supone que todo este proceso de impermanencia y transformación pasará en el árbol sin ningún sufrimiento mental y sin ningún yo.

Entonces, si quisiera “ser” la Naturaleza, debo sentir que mientras haya condiciones fértiles para sostener la vida del árbol, el árbol vivirá, y cuando no cumplen estas condiciones, el árbol como tal, morirá, pero que la fuerza de la vida seguirá en sus varias formas.

Supongo que es lo que busco en la pre-programación de mis meditaciones… este sentido de que “soy” la Naturaleza… que sigo creando vida aunque sólo sea la regeneración de una sola célula de mi cuerpo y que la vida y la muerte se soportan mutuamente cada vez que se inflan o desinflan mis pulmones. Al fin y al cabo, la Naturaleza no sabe de pensar…simplemente sigue generando vida de la muerte y muerte de la vida.

sábado, 10 de abril de 2010

Las Flores de Primavera



Seguramente la supervivencia en la naturaleza no consiste en salir fuera de la casa y experimentar la belleza de la primavera con ojos tan nuevos como si la viera por primera vez ni en experimentar sus flores jóvenes brotando tal como lo han hecho año tras año, siempre las mismas, pero siempre otras. ¿Y las hierbas tan verdes que te deslumbran los ojos? ¿Es esa la experiencia de sobrevivir que buscamos en nuestras meditaciones? Parece demasiado bello para ser un tema de estas contemplaciones. Seguramente no será eso. Tampoco puede consistir en observar qué plantas han supervivido el invierno y maravillarme de ello.


Pero, ¿por qué no? ¿Por qué no pueden significar todas estas experiencias bellas la supervivencia en la naturaleza? Al salir fuera y mirar lo que hay, los impulsos de actuar en la naturaleza me aparecen sin que la mente intervenga, aunque inmediatamente después del primer impulso, la cognición se interpone entre mí, mis impulsos y el ambiente, hablándome en su voz inconfundible e insistente … “estas son las flores que planté el año pasado, qué bien han arraigado… quizás debería podar los cerezos, si no, no tendremos cerezas este año… y ¿si sacara las malas hierbas?, pueden estrangular las flores… Una vez se pone en marcha, la voz de la cognición vinculada a la identidad es imparable… “debo recoger los espárragos, porque estaban tan ricos la otra noche…”


No obstante, a pesar de la intervención de esta voz que se regocija en desarrollar todos mis impulsos en cadenas de pensamientos, es cierto que hubo estos primeros impulsos… de recoger ramas caídas… de observar los colores tan chocantes de las pequeñitas flores contra el fondo verde oscuro de hojas gigantes… de ver la vida vibrante… y de imaginar, una vez más, cómo sería si, en vez de seguir los impulsos de la propia naturaleza, dejara que la mente siga desconectada de la fuerza de la vida y formara parte de la destrucción de esta regeneración tan asombrosa.

domingo, 4 de abril de 2010

Afecto Íntimo con la Naturaleza



Al mirar el poder y, a la vez, la tranquilidad de la naturaleza, se pone uno a reflexionar sobre la posible desaparición de la naturaleza tal como la conocemos. No es que la naturaleza debe estar estática, al contrario; debe seguir su movimiento fluido, sus momentos de reposo, sus grandes oleadas destructivas, sus sequías, inundaciones, desertificaciones, desgastes, y sus majestuosos árboles caídos estrepitosamente en alguna parte, zarandeados por el viento. Todo esto y mucho más sería demasiado variado o imperceptible para describir adecuadamente en palabras, pero eso sí, estamos rodeados y penetrados por todos estos fenómenos vitales que llamamos cielo, mar, tierra, ríos, desiertos, montañas y un sinfín de elementos que nos dan vida, sosiego, y sí, un poco de miedo o incluso hasta terror en algunas ocasiones.


Estas experiencias son tan primitivas, pero vivimos tan alejadas de ellas que olvidamos que nuestra vida depende de que la naturaleza que nos sostiene esté en óptimas condiciones para que podamos tirar adelante como criaturas humanas. Parece que los momentos que disfrutamos al oír los pájaros cantar, el viento soplar o el sol brillar durarán para siempre, o, si somos cortos de visión, por lo menos durante nuestra vida y la vida de nuestros hijos. Pero imagína por un momento los preciosos cielos azules cubiertos de nubes negros de humo que no dejan pasar los rayos del sol, o los árboles verdes transformados en bosques calcinados y muertos. Imagina un helado constante, una sequía que lo deja todo reseco y agostado, un calor agotador que lo deja todo aplastado, e imagina que todas estas catástrofes no terminen nunca y sigan sin parar hasta la muerte de todo ser vivo. ¿Una visión apocalíptica? Quizás sí, pero no estamos proponiendo ninguna teoría polémica, sino simplemente imaginar cómo sería si en el futuro la naturaleza empezara a perder el equilibrio hasta no poder volver atrás y que fuera incapaz de sostener la vida tal como la conocemos ahora.


Aunque la naturaleza tiene la enorme capacidad de regenerarse a pesar de toda agresión que reciba, no deja de resentir el impacto que nuestra vida ejerce sobre ella, sobretodo porque vivimos alejadas de ella y no interactuamos con ella con la unidad de una relación íntima y vital. Si la naturaleza fuera tan preciosa para nosotros, la cuidaríamos con todas las fuerzas a nuestra disposición, no como sí fuera un familiar lejano apreciado pero que sólo vemos de vez en cuando en una reunión familiar.


Las prácticas del Dharma son un buen punto de partida para empezar el camino que nos devuelva a este entendimiento y afecto íntimo con la naturaleza. Lo importante es que haya una experiencia que nos ligue a toda la naturaleza con una relación personal directa, no como mero pasatiempo, escape, aprecio emocional, lugar para deporte o salida social. Al estar siempre allí, siempre accesible, parece que la naturaleza estará allí para siempre, pero hay que cuidar de las buenas relaciones si queremos mantenerlas. Si no, morirán por alejamiento y falta de atención.