domingo, 16 de mayo de 2010

Hormigas




Al reflexionar en la fuerza de la vida, me hace pensar en las hormigas. Son unos animales súper-dotados para sobrevivir en las condiciones más duras. Es casi imposible destrozarlas. Al observarlas puedes ver cómo mantienen sus líneas de acceso y comunicación casi rectas, yendo y volviendo, pasándose y tocándose para trasmitir información a los demás. Me he quedado atónita cuando, al investigar estas criaturas increíbles para este artículo, he aprendido sobre su durabilidad y versatilidad para  adaptarse a cualquier situación. La siguiente información viene de Wikipedia.

Las hormigas han colonizado casi todas las zonas terrestres del planeta.  Los únicos lugares que carecen de hormigas indígenas son la Antártica y ciertas islas remotas o inhóspitas. Prosperan en la mayor parte de estos ecosistemas y se calcula que pueden formar el 15-25% de la biomasa de animales terrestres. Se estima que hay entre mil billones (1015) y diez mil billones (1016) de hormigas viviendo sobre la Tierra.

Forman colonias que se extienden desde unas docenas de individuos predadores que viven en pequeñas cavidades naturales, a colonias muy organizadas que pueden ocupar grandes territorios compuestas por millones de individuos. Estas colonias son descritas a veces como superorganismos dado que las hormigas parecen actuar como una entidad única, trabajando colectivamente en apoyo de la colonia.

Se considera que su éxito se debe a su organización social, a su capacidad para modificar hábitats, a su aprovechamiento de los recursos y a su capacidad de defensa. Sus sociedades se caracterizan por la división del trabajo, la comunicación entre individuos y la capacidad de resolver problemas complejos.

Muchos animales pueden aprender comportamientos por imitación, pero es posible que las hormigas sean el único grupo, aparte de los mamíferos, en que se ha observado una enseñanza interactiva. Experimentos controlados sugieren que los individuos pueden elegir su papel en el hormiguero basándose en su experiencia anterior.

Las hormigas guerreras son nómadas y célebres por sus incursiones, en las que un enorme número de recolectoras invaden simultáneamente determinadas zonas atacando a sus presas en masa. Ejércitos de no menos de 1.500.000 de estas hormigas destruyen casi toda la vida animal que se cruza en su camino.

Las hormigas cortadoras de hojas se alimentan exclusivamente de un hongo que sólo crece dentro de sus colonias. Recogen continuamente hojas que después llevan a la colonia, las cortan en trozos pequeños y las ponen en jardines de hongos. Las obreras se especializan en tareas según su tamaño; las más grandes cortan tallos, las medianas mastican las hojas y las más pequeñas cuidan de los hongos.

Estas hormigas son lo bastante sensibles como para reconocer la reacción de los hongos ante diferentes tipos de vegetales, aparentemente detectando señales químicas de los hongos. Si un determinado tipo de hoja es tóxico para el hongo, la colonia ya no recogerá más. Unas bacterias simbióticas que se encuentran en la superficie exterior de las hormigas producen unos antibióticos que eliminan las bacterias que podrían dañar los hongos.

Las hormigas diurnas de zonas desérticas utilizan referencias visuales para orientarse. En ausencia de referencias visuales, una especie que habita en el desierto del Sahara, se orienta recordando la dirección y la distancia que ha recorrido, como si tuviera un podómetro interno que contara cuántos pasos había hecho en cada dirección y después procesan esta información para encontrar la ruta más corta posible de retorno al nido.

Algunas especies son capaces de utilizar el campo magnético terrestre. Sus ojos compuestos tienen células especializadas que detectan la luz polarizada del sol, que usan para determinar la dirección. Estos detectores de polarización son sensibles a la región ultravioleta del espectro luminoso.

Algunas especies pueden formar cadenas para pasar sobre zonas de agua, deslizarse bajo tierra, o a través de espacios entre la vegetación. Otras llegan incluso a crear balsas flotantes que les permiten sobrevivir a las inundaciones. Estas balsas pueden desempeñar un papel importante, dado que permiten a las hormigas colonizar islas. Una especie de hormiga que se encuentra en los manglares australianos puede nadar y vivir en colonias subacuáticas. Como no tienen branquias, estas hormigas respiran gracias a bolsas de aire atrapadas en los hormigueros sumergidos.

Un conflicto entre sexos de una misma especie se puede observar en algunas especies de hormigas en que los ejemplares fértiles aparentemente combaten para producir descendencia que esté lo más estrechamente relacionada con ellos como sea posible. La forma más extrema implica la producción de descendencia clónica. En algunas especies las reinas producen solamente hijas clónicas, y sólo se producen machos, también clónicos, por medio de un proceso en el que los machos eliminan la contribución materna del huevo, por lo que resultan hijos con un genoma nuclear idéntico al del macho progenitor.

Algunas especies de hormigas crean los llamados "jardines del diablo" matando las plantas circundantes inyectándoles ácido fórmico dejando únicamente los árboles donde hacen sus nidos. Muchas especies de árboles tropicales tienen semillas que son dispersadas por las hormigas. Esto es especialmente habitual en África y Australia donde algunas plantas en praderas propensas a los incendios son dependientes de las hormigas para sobrevivir y extenderse.

En Sudáfrica se utilizan las hormigas para ayudar en la recolección de rooibos, arbustos que tienen pequeñas semillas utilizadas para hacer infusiones de hierbas. La planta dispersa mucho sus semillas, lo que hace que sea difícil la recolección manual. Las hormigas recogen estas y otras semillas y las almacenan en el hormiguero, de donde los humanos las pueden recoger todas juntas

Las hormigas desempeñan múltiples papeles ecológicos que resultan beneficiosos para los humanos, como la eliminación de plagas y la aireación del suelo. Se considera que el uso de hormigas tejedoras en el cultivo de cítricos al sur de China es una de las aplicaciones más antiguas conocidas de control biológico.

En resumen, lo que empezó simplemente como resultado de una curiosidad que se me despertó cuando el otro día estábamos invadidos en la cocina por un millar de hormigas después de la lluvia, ha cambiado en un gran asombro al saber cuánto son capacitadas de sobrevivir.

A pesar de todos los remedios que tenga a mi disposición, las hormigas vuelven cada año en primavera y encuentran mil maneras de entrar en la casa. Son muy tenaces, pues a pesar de los cataclismos de la naturaleza, a pesar de los productos químicos que pretenden ponerles fin, a pesar de cualquier barrera o producto que se le pone entremedias, la fuerza de la vida que poseen es tan poderosa, que hace que sobrevivan a cualquier obstáculo que se les ponga en el camino, que sea por un ser humano o por la misma naturaleza.

lunes, 10 de mayo de 2010

LOS SONIDOS DEL SILENCIO




Hoy, al pasear por el bosque con los perros y fijándome en los colores de las hojas, las flores y los troncos de los árboles caídos que saltaban a la vista y llenaban los ojos con un deleite inimaginable, salía de lo lejos el canto de un pájaro. Ese sonido tan fuerte, tan puro y tan inesperado me distrajo instantáneamente y me hizo pensar en el artículo “La libertad natural”, que escribió Shan-jian sobre el canto de los pájaros.

“Me he despertado esta mañana con el sonido de un ruiseñor. Todos los años llegan por esta época desde el norte de África, y sus magníficas melodías y su fuerte crescendo silbante llenan los bosques con una bienvenida especial. Entonces me vino a la mente un pensamiento extraño. ¿Era su música lo que me extasiaba en realidad o era algo más profundo? La respuesta vino sin tardanza.

Las llamadas de los machos –que combinan un rango impresionante de silbos, trinos y gorjeos– eran naturales y espontáneos y provenían de una criatura que era completa en todos los sentidos y hacía lo que su verdadera naturaleza de ruiseñor le decía que hiciera. Era esa música, que brotaba de su propia naturaleza, la que me conmovió, no la melodía en sí.”

Cuando leí el artículo, me sentía profundamente inspirada por esta auto-reflexión, ya que había paseado muchas veces por este mismo bosque y me había quedado satisfecha con el éxtasis de la música, sin haber trabajado de verdad el sentido más profundo. Pues hoy, he empezado a trabajar el concepto del sonido como supervivencia, no del pájaro, sino de la supervivencia del “self”.

Me preguntaba, ¿Por qué hemos desarrollado esos seis sentidos, si no fuera para  maximizar nuestras posibilidades de sobrevivir? Si no oímos lo que realmente hay allí fuera (tomando el oído como ejemplo) y sólo oímos lo que los sentidos son capaces de captar, debe haber una correspondencia extraordinaria entre lo que entra en el oído y el significado que hemos aprendido para aprovechar nuestra continua existencia en la tierra.

Tomando esto como punto de partida, empezaba a observar el efecto de los sonidos que me vibraban en el oído. Estaba muy vívido el sonido de una motocicleta que se nos acercaba. Podía distinguir de dónde venía, el tamaño y la velocidad con qué venía y cuánto tiempo tenía para recoger a los perros, todo esto sólo con el oído. ¡Qué maravilloso es el sistema que tenemos!

“Cuidado con los perros” me dijo una voz interior, y me los acerqué para que no corrieran peligro. Inmediatamente después venía otro sonido, el recorrido del agua en la riera, “Algo para refrescarse,” dijo la voz al mismo tiempo que Lluna, nuestra sharpei, se lanzaba en un charco turbio de barro con una entrega y abandono total.

Y eso me hizo pensar en los indios de Norte América y cómo entrenaban a los niños a supervivir utilizando el mínimo de palabras. Hoy en día no tenemos guías reales de carne y sangre. Tenemos Internet, los libros, la tele. Todo se transmite por palabras. Todo es virtual. Y hemos adquirido el hábito, incluso cuando estamos presentes en cuerpo y mente, de explicarlo todo con palabras, lo que nos hace perder la experiencia directa de simplemente oír.

Los perros no necesitan palabras para alejarse de la moto. Tampoco las necesitan para chapotear en el agua. Como yo, tienen oídos y, como yo, son capaces de reaccionar correctamente ante los estímulos a su sistema natural, aunque no tengan palabras para expresarlo.

Quizás esos perros sean mis "indios" sabios. Tal como el cielo nublado, sin palabras, elocuente en su silencio,  hacen lo que les pide la propia naturaleza.

A su manera me entrenan cada día a supervivir.

martes, 4 de mayo de 2010

Los "Caprichos" de la Naturaleza


Relámpagos rayan el cielo mientras el lava fluye del volcán.
Eyjafjallajokul 17 abril 2010


Aquí estamos bendecidos por mucho sol y poca lluvia. Sin embargo, cuando se pone a llover, nos quejamos porque no nos gusta la lluvia. No salimos de casa si lo podemos evitar, nos ponemos tristes, no paseamos a los perros y esperamos que el tiempo se ponga “mejor”. Desde el punto de vista de la identidad, esto es correcto, pero desde shen, nos queda mucho por aprender.

La mente racional nos dice que es bueno que llueva, ya que beneficia a las plantas, pero tampoco queremos que llueva demasiado porque entonces se pudrirá la cosecha. Si llueve en temporadas en que no queremos, también nos quejamos, porque se estropeará la viña, las uvas no saldrán bien y, peor de todo, el vino no se podría vender al más alto precio.

El otro día leí un artículo sobre el volcán que acaba de irrumpir en Islandia. El periodista lo tachó de “un capricho de la naturaleza”. ¿Cómo? ¿Pero desde cuando tiene la naturaleza una identidad con caprichos, gustos, no gustos, venganzas, maldad o, incluso, bondad? Si la naturaleza fuera humana, estaría siempre enojada y vengativa con nosotros por lo mal que la tratamos.

El resto del artículo trataba de los daños económicos que sufriremos como resultado de este “capricho”, sin mencionar por un momento la majestad de las fuerzas naturales que puedan generar fenómenos tan poderosos y tan encajadas con el resto del universo.

Pero no, parece que la naturaleza fuera nuestra esclava y nuestra peor enemiga cuando no obedece a “nuestros caprichos” económicos. Sin estar realmente unidos a la naturaleza, la explotamos por nuestro propio “bien”, echando humos tóxicos en el aire, contaminando sus aguas, envenenando sus tierras, matando a sus animales. Entonces sí, si fuera humana, la naturaleza se vengaría de nosotros, con sus fuerzas miles de veces más potentes que las nuestras pequeñas tecnologías, todas ellas derivadas, para colmo, de la propia naturaleza.