sábado, 10 de abril de 2010

Las Flores de Primavera



Seguramente la supervivencia en la naturaleza no consiste en salir fuera de la casa y experimentar la belleza de la primavera con ojos tan nuevos como si la viera por primera vez ni en experimentar sus flores jóvenes brotando tal como lo han hecho año tras año, siempre las mismas, pero siempre otras. ¿Y las hierbas tan verdes que te deslumbran los ojos? ¿Es esa la experiencia de sobrevivir que buscamos en nuestras meditaciones? Parece demasiado bello para ser un tema de estas contemplaciones. Seguramente no será eso. Tampoco puede consistir en observar qué plantas han supervivido el invierno y maravillarme de ello.


Pero, ¿por qué no? ¿Por qué no pueden significar todas estas experiencias bellas la supervivencia en la naturaleza? Al salir fuera y mirar lo que hay, los impulsos de actuar en la naturaleza me aparecen sin que la mente intervenga, aunque inmediatamente después del primer impulso, la cognición se interpone entre mí, mis impulsos y el ambiente, hablándome en su voz inconfundible e insistente … “estas son las flores que planté el año pasado, qué bien han arraigado… quizás debería podar los cerezos, si no, no tendremos cerezas este año… y ¿si sacara las malas hierbas?, pueden estrangular las flores… Una vez se pone en marcha, la voz de la cognición vinculada a la identidad es imparable… “debo recoger los espárragos, porque estaban tan ricos la otra noche…”


No obstante, a pesar de la intervención de esta voz que se regocija en desarrollar todos mis impulsos en cadenas de pensamientos, es cierto que hubo estos primeros impulsos… de recoger ramas caídas… de observar los colores tan chocantes de las pequeñitas flores contra el fondo verde oscuro de hojas gigantes… de ver la vida vibrante… y de imaginar, una vez más, cómo sería si, en vez de seguir los impulsos de la propia naturaleza, dejara que la mente siga desconectada de la fuerza de la vida y formara parte de la destrucción de esta regeneración tan asombrosa.

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