jueves, 3 de junio de 2010

Hilos Invisibles




Hoy he empezado el día por encender la televisión y después de pasar por un sinfín de canales de noticias y deportes, todos ellos llamando la atención de manera estridente y agresiva, me he encontrado con un concierto sublime ya en progreso… un concierto para piano y orquestra de Mozart… y me llamó la atención al pianista director.

Era un hombre mayor, viejo, calvo, con un pequeño cuerpo rechoncho que llenaba su ropa sin distinción. Apenas se le destacaría de cualquier hombre que va a la  oficina cada mañana. Pero la cara de éxtasis que ponía mientras tocaba y dirigía la orquestra lo destacaba notablemente de lo ordinario.

Un deleite de música salía de sus dedos que tocaban las teclas del piano con una delicadeza, una sensibilidad y una agilidad fuera de lo común. Escuchando atentamente, esperaba que saliera el nombre de ese músico al final del concierto. Sí, era Daniel Barenboim, famoso director de orquestra y pianista, hombre altamente reconocido en el mundo de la música clásica con una larga carrera de interpretaciones destacadas tras él.

A pesar de los cambios notables en su aspecto físico, su aspecto fuerza de la vida, plasmada en su música, se veía perfectamente madurada tras los largos y fructíferos años de trabajo que ha estado dedicando a sus dos grandes pasiones de la música. Aunque le hayan tratado con guante blanco desde muy temprana edad, a todas apariencias no se había ensalzado de su fama con el paso del tiempo, sino al contrario, la música parecía surgir de una fuente interior, el hilo invisible que le ataba a la fuerza de la vida.

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